¿"L'Espace privé", "Privatraum" o "espacio privado"?

Norbert Elias

              Así como la palabra francesa “esprit” no significa lo mismo que la palabra “Geist”, el vocablo francés “espace” no significa tampoco lo mismo que la palabra alemana “Raum”. L’espace privé suena completamente descomplicado, pero tal vez un poquito metafísico y seguramente filosófico. Se piensa en la inmensidad del cosmos de donde, en cierta medida cada hombre se saca su pedazo; se piensa en algo aparentemente invisible acerca de lo cual se puede especular como a uno le venga en gana. Pero si se traduce la expresión francesa al alemán, ella adquiere un tono distinto. La expresión “Privatraum” o también “der private Raum”- en la lengua alemana curiosamente se acompaña de un sabor no tan inocente y mucho menos metafísico que su opuesto francés. Suscita –por decirlo en términos sencillos- el recuerdo de aquel lugar al cual, como suele decirse, incluso un emperador tiene que ir a solas. Que esto no siempre haya sido el caso, el que Luis XIV por ejemplo, sentado en el inodoro podía recibir a ministros, seguramente forma parte del tema del cual aquí se trata. También las cartas de su cuñada, Liselotte del Palatinado y las cartas de Mozart del siglo XVIII en las que en ocasiones relata que fue al “Häusle” (casita) que en aquel tiempo todavía estaba ubicado fuera de la casa de vivienda, indican que el espacio privado no es algo inmutable sino el resultado de una privatización, en realidad de un proceso de civilización.

           Antes de continuar quisiera decir una palabra para la definición más precisa de los diversos ámbitos de asociación de “espace” y “Raum”. El concepto alemán “Raum” en realidad no carece de la universalidad que permite hablar del “Weltraum” (espacio mundial = cosmos) y seguramente tampoco de la generalidad que permite hablar de espacio y tiempo en general. Pero con tales significados relaciona contenidos comparativamente más palpables de los cuales carece el concepto francés. El concepto alemán de Raum puede referirse a los cuartos de un apartamento: “nuestro apartamento tiene seis Räume”, “aquí todavía hay un Raum más pequeño para guardar cosas” – podría decirse “une petite chambre”; “un petit espace” estaría un tanto fuera de lugar. Bien, ésta es una de las diferencias. Debería tenerse conciencia de ella. El concepto francés en este caso seduce más fácilmente a especular que el alemán por la equiparación de espacio con cuarto o casa y el ámbito espacial puede ser bajado del cielo a la tierra en mayor medida que para el caso del concepto francés, y puede ser referido a las cuatro paredes de un cuarto.

Es posible que para personas de lengua alemana incluso por esta razón el problema del espacio privado se les presente en otros términos que a las de lengua francesa. Permítanme presentar unos ejemplos. Yo vivo en Alemania en un instituto. Mi pequeño apartamento tiene su propia entrada, su propio número y su propio timbre. Cualquier estudiante, cualquier conocido o amigo que desea hablar conmigo podría buscarme cuando lo quisiera. Solamente tendría que tocar el timbre o golpear la puerta, podrían hacerlo en la puerta delantera o también en la trasera que da hacia el bosque así prácticamente hacia el ámbito público. Pero esto no ocurre o sólo muy raras veces. Personas conocidas y desconocidas no me visitan sin llamarme y acordar una cita previamente. Respetan –podría decirse- mi espacio privado. Pero de hecho este espacio se vuelve privado sólo porque otras personas, entre ellas ante todo mis vecinos, lo consideran un espacio privado, y lo respetan como tal. En otras palabras, se vuelve realmente privado en relación con el desarrollo de un canon social específico del comportamiento y sentir. A través de este concepto ya estoy señalando las tesis principal de mi contribución al problema de lo que Philippe Aries aquí ha puesto en discusión. El tema central de discusión, que se enfoca bajo el nombre de “L’espace privé”, no es un lugar, un sitio, una localidad, en fin no es un “espace privé” como tal. Son los hombres cuyo estándar de comportamiento y sentir tal vez haya experimentado en la época contemporánea una privatización de determinadas actividades y esferas de la vida mayor que nunca antes, es decir, un aislamiento gradual y socialmente codificado con bastante precisión de las actividades y del sentir de cada hombre con respecto a muchos, a veces incluso a todos los demás hombres. Mientras no se haya efectuado la reformulación del problema de estudio de un supuesto espacio para referirlo a la investigación del cambiante canon social del comportamiento y del sentir, el tema central de nuestra discusión que aquí se ha planteado permanece un tanto misterioso -se sustrae al acceso del investigador. Si se logra dicha reorientación, se reconoce fácilmente que los hechos a los cuales se refiere el concepto de “L’espace privé” se pueden aprehender y entender mejor si a este “espacio”, tal como hoy se le puede observar, se le entiende como un nivel de un largo proceso diacrónico o -si prefieren- histórico, que yo mismo he estudiado más detenidamente. La creciente privatización de muchas actividades humanas es uno de sus aspectos; éstas resultan, como he mostrado, trasladas en creciente medida tras bambalinas de aquella esfera de la vida que únicamente ahora y de hecho sólo en relación con esta diferenciación, se separa como esfera pública de la privada. En otras palabras, la dicotomía de la convivencia, a la cual uno se refiere cuando opone el “lugar privado” y seguidamente la vida privada a otra cosa que probablemente se llamaría “L’espace public” o “La vie publique”, no se entiende mientras no se la considera como algo que se ha venido formando y que continúa en gestación, es decir, como un aspecto de un proceso de civilización más amplio. Si esto ocurre, entonces el cambio del comportamiento y de la sensibilidad humanos con su respectiva modificación de las instituciones humanas, en particular de la vivienda, se abre más a la explicación.

Quizá, unos ejemplos pueden ilustrar el hecho de que nuestro tema no es un espacio cualquiera como tal, sino que es un aspecto específico de la convivencia de los hombres, especialmente también las reglas de la convivencia y su “internalización” –como a veces se le llama de modo no del todo suficiente- en forma de la conciencia, de la sensibilidad o también del sentido del tacto y de pudor.

En los edificios del Instituto donde estoy residiendo, a veces viven juntas de 20 a 30 familias en un espacio relativamente reducido. En muchos casos, los contactos entre ellas son mínimos. Forma parte de las reglas no explícitas que uno moleste al otro lo menos posible. Por supuesto que hay excepciones. Hace poco oí, a una hora en que normalmente no suelo esperar visitas, a alguien timbrar y como no respondí golpeó bastante fuerte a la puerta. Era, como luego supe, un estudiante español que no conocía y quería que le dirigiera su tesis doctoral. Indagué cuidadosamente, y se reveló que a este respecto él estaba acostumbrado a otro canon de comportamiento, a otro canon de privatización.

La diferencia me hizo caer en cuenta en qué alta medida está relacionado lo que conceptualmente aprehendemos como “espacio privado” con el fluido canon del comportamiento social. Hay a este respecto diferencias nacionales específicas que se logran aprehender solamente si se las entiende como diferencias nacionales del canon social del comportamiento.

Los estándares de privatización naturalmente varían entre las capas sociales de una misma nación. El grado de las diferencias, por su parte, está muy relacionado con el curso del desarrollo de las diversas naciones. Pero quiero limitarme aquí a unos pocos aspectos del problema ampliamente ramificado. Mi permanencia en París y Londres me ha dejado vívidos recuerdos de que el canon de las visitas de las familias burguesas pudientes varía mucho entre las capitales de Francia e Inglaterra, y al parecer incluso en provincia. Quizás podríamos enfrentar el problema mejor si nos representáramos los distintos grados de privatización de una vivienda burguesa a través de una serie de círculos concéntricos. Mis propias experiencias seguramente son limitadas. Las menciono aquí solo para demostrar con su ayuda qué clase de reorientación es necesaria y posible para complementar el concepto algo estático del “espace privé” con el de la privatización. Recuerdo que en el tiempo que viví en París la privatización de los apartamentos burgueses llegaba mucho más lejos que la de capas comparables en Inglaterra. Por supuesto que en ambos casos había variaciones individuales. Pero por encima de todas estas variaciones había diferencias nacionales muy evidentes en el canon de visitas, que sin duda está muy relacionado con el de la privatización. Entre la burguesía francesa pudiente había, hasta donde puedo ver, un ciclo casi obligatorio de visitas dentro del círculo familiar que comprende de dos a tres generaciones. Me parece que era comparativamente poco habitual pernoctar. En algunos casos que conozco había visitas mutuas de damas amigas, pero con excepción de ellas, el acceso de extraños, es decir de personas no pertenecientes al círculo familiar amplio a la vivienda era raro, casi nunca incluía una comida y tales visitantes nunca pasaban la noche en la casa visitada. El ritual ingles frente a las visitas era radicalmente distinto. Me parecía que a ese respecto el canon del comportamiento y sentir de las grandes familias aristocráticas y de la gentry se había extendido mucho a las capas medias. En esas familias inglesas se estaba preparado para recibir en casa incluso a personas completamente extrañas. La expresión “spare bed” es muy familiar entre los ingleses. Los enseres de la visita, la toalla extra, el vaso extra para limpiarse los dientes, en el invierno una botella para calentar la cama, están rápidamente a la mano. Y cuando uno está invitado para el fin de semana, en la mañana del domingo no se está obligado a llevar ninguna conversación si no se tienen ganas de hacerlo. El anfitrión mismo con frecuencia está dedicado a su periódico dominical, y sólo saluda con la cabeza cuando uno entra, de pronto le acerca a uno un segundo periódico. También esto es –o era- parte del ritual de hospitalidad, que al igual que cualquier otro es individualmente variable. Pero si uno no lo conocía, fácilmente podía suscitar la impresión de que uno había caído mal. Pero esta hospitalidad inglesa tan legendaria también era altamente ritualizada. La privatización de los espacios, es decir, su impermeabilidad para extraños, era en las casa de capa media inglesas comparativamente inferior a la francesa, que era rigurosamente moldeada. El retraimiento medio ritualizado del anfitrión tras el período dominical es un ejemplo. Dentro del ritual del fin de semana de la familia abierta a la hospitalidad formaba, en cierta medida, una forma propia de privatización; era la creación de un espacio privado detrás del período dominical.

Con este ejemplo rápidamente esbozado quiero subrayar solamente un punto teórico ya mencionado, que es también de importancia para cualquier investigación empírica. La expresión “L’espace privé” puede sugerir fácilmente la imagen de algo absoluto, es decir, de un hecho estático que al igual que toda unidad espacial tiene profundidad, anchura y altura. Pero aunque el concepto del “espacio privado” puede referirse también a “espacios” de tres dimensiones, sería bueno tener claro que en este contexto se usa como metáfora. Esto tiene que ver incluso con el hecho de que la formación del plural del concepto francés “l’espace”, es decir algo como “les espace” resulta inusual y tal vez “no-francés”. Lo mismo se puede decir del concepto inglés “space”, al menos cuando los físicos no habían descubierto que el espacio de nuestro universo pertenece a un super espacio. Pero si “espacio privado” es una metáfora, entonces no se puede eludir la pregunta: ¿una metáfora de qué?.

Cuando se mira más detenidamente, se descubre que el concepto “L’ espace privé” es una expresión metafórica que se refiere a fin de cuentas a un proceso social no planeado de la creciente o, según el caso, también decreciente privatización que está relacionada con los cambios en el canon social del comportamiento y sentimiento. Para dicho proceso visto en éstos términos presenté diversos ejemplos en mi libro de la civilización, y mis amigos y discípulos han estudiado otros aspectos de dicho proceso. Un ejemplo de los cambios del estándar de privatización lo son también determinados cambios en la privatización del sueño. En épocas pasadas, en la Edad Media por ejemplo, era completamente inusual que una persona durmiera sola, sola en una cama y desde luego lo era que durmiera sola en un cuarto. Si se hace uso de la herramienta metódica auxiliar de la serie diacrónica para ilustrar los cambios diacrónicos del comportamiento y sentir de los hombres, se encuentra una secuencia del siguiente tipo. La extraigo de mi libro de la civilización.(1)

Erasmo escribe en 1530 en De civilitate morum puerilium, que la persona joven debe yacer quietamente cuando comparte el lecho con alguien, y que no debe molestarse al compañero tirando de las mantas.

Esto está descrito aún más detalladamente por Pierre Bro:

... si cerca de ti está acostada una persona

estira bien todos tus miembros

mantente recto y cuídate

de incomodarla en modo alguno

moviéndote o dando vueltas bruscas...

 En 1729 en De La Salle ya se habla así:

“... No debemos... desnudarnos ni acostarnos ante persona alguna; ...”

Se podría continuar esta serie diacrónica hasta nuestros días para mostrar cómo avanza el estándar del dormir solo. Primero los hombres por lo regular comparten el lecho con varias personas, luego varias personas en diversas camas comparten en el mismo dormitorio. Finalmente se vuelve la regla que únicamente los padres comparten el mismo dormitorio y que cada niño no sólo tiene su propia cama sino también su propio cuarto para dormir. Y finalmente se puede notar una cierta tendencia a que incluso los cónyuges tengan camas separadas y a veces cuartos separados. Como puede verse, la privatización es un aspecto de la individualización.

Así me estoy acercando a un tema que me inquieta bastante. Si bien las formas de pensar y las perspectivas francesas del siglo XVII, y en parte todavía las del siglo XVIII, me parecen comprensibles, tengo al mismo tiempo grandes dificultades con algunos hábitos del pensamiento contemporáneo con los cuales me encuentro en el tema que plantea este simposio por ejemplo y en una que otra de las ponencias que tuve oportunidad de leer. A propósito de un tema de investigación como éste, a mi mismo me importa descubrir relaciones estructuradas que permiten plantear un problema claro, que sea susceptible de ser resuelto, es decir, de explicar algo que hasta ahora no lo está. En consecuencia, debo preguntar también aquí: ¿cuál es el problema a cuya solución intentamos aportar algo, y qué es lo que hasta el momento no se había explicado y que ahora se explica por la solución del problema?. En lo que hasta el momento he dicho, intenté expresar cuál es el problema que me parece no resuelto o resuelto insuficientemente: el proceso de la creciente privatización. Se le puede denominar también proceso de la individualización o en un sentido más amplio proceso de la civilización. El cambio que se ha realizado en la relación y en el hábito de los hombres representa un problema reconocible que se puede resolver y cuya solución es una evidente ganancia de conocimiento. Pero si tengo ante mí el concepto. “L’ espace privé” no sé bien cuál es el problema. ¿Qué es, de hecho, lo que se quiere explicar? ¿O acaso no se pretende explicar nada? ¿Quizá simplemente se está conforme con una descripción?

Desde luego que una descripción también puede resultar interesante. Pero ¿cuál es su valor cognoscitivo? ¿Es la colección de detalles? Pero lo peculiar de las colecciones de detalles es que ellas sencillamente son cosa de nunca acabar. Como la arena del mar son un sin número. En efecto, los historiadores con frecuencia se conforman con descripciones. Pero todos ellos se basan inexpresamente en un principio de selección supremamente específico, un modelo selectivo. ¿Qué modelo de selección debemos utilizar aquí para el estudio del espacio privado? Les he comunicado mi propia propuesta. Propongo que se intente llegar a un firme Modellgerüst del proceso de la creciente privatización a través de comparaciones sistemáticas del estándar actual de la privatización de viviendas, medios de hablar, modos personales de sentir y de comportarse, etc., bien sea vertical o diacrónicamente a lo largo de los siglos. Cuando se pretende elaborar un modelo de procesos uno se encuentra ante un problema muy preciso: ¿cómo y porqué en las sociedades europeas tuvo lugar una creciente privatización que es comprobable?.

Como ya se ha dicho, un problema de este tipo se puede resolver solamente si se investigan los silenciosos cambios del canon social de una sociedad. Esto se puede hacer completando las indispensables comparaciones diacrónicas por comparaciones sincrónicas. Se puede preguntar, por ejemplo, cómo se distingue el canon de las visitas y de la hospitalidad de las clases medias en diversos países. Pero por muy útiles que sean las comparaciones sincrónicas como medio para conseguir un perfil más claro de uno u otro ritual nacional de hospitalidad, una explicación de tales diferencias también en este caso es posible solamente si se ha elaborado un modelo de la génesis de los distintos rituales en su contexto, es decir, en el contexto de la génesis de las diversas sociedades nacionales.

Tengo la sensación de que a este respecto hay ciertas diferencias entre los procedimientos que yo propongo y lo que ha planteado Philippe Aries. Estas encuentran su expresión simbólica en una formulación que me es extraña e incluso un tanto incomprensible, es la formulación

L’ individu dans la famille

(El individuo en la familia)

Sé muy bien que se trata de una formulación corriente. Pero no la entiendo bien. ¿Entonces la familia misma no se compone de individuos? No estaría más de acuerdo con los hechos si se dice:

“L’ individu parmi les individus”

(El individuo entre individuos)

En efecto, el concepto de familia resulta un tanto engañoso si se le opone al de individuo, sugiriendo así una imagen como si la familia existiera fuera y lejos de los individuos. ¿No sería más adecuado si se hablara de la familia como de una agrupación específica de individuos o, en mi propio lenguaje, de una figuración de hombres?. Entonces también quedaría más claro que las coacciones de las cuales se suele decir que la familia ejerce sobre el individuo, en realidad son coacciones que ejercen los individuos unos sobre otros. Individuos que están atados de una extraña manera unos a otros a través de un canon de toda la sociedad y finalmente también a través de leyes estatales así como por necesidad personales. Tengo la sensación, pero como digo es sólo una sensación indefinida, de que a Philippe Aries le gustaría enfocar el problema de “l’espace privé” a partir del individuo aislado. Pero esto no es posible. Este problema puede enfocarse sólo desde los individuos interdependientes y relacionados mutuamente en forma de sociedades. Ésta es la razón por la cual propuse contemplar el problema de la privatización con la ayuda de estudios del cambiante canon de la convivencia de los individuos, o también a través de los cambios relacionados con éste en la barrera de los sentimientos de vergüenza y de asco en relación con las funciones físicas –de las propias tanto como de las de otros- y desde luego que también mediante estudios de los interiores de las viviendas que se corresponden con esta creciente privatización y con el aumento del sentimiento de vergüenza y pudor de los hombres.

Permítanme mencionar al final como ejemplo todavía la creciente privatización de las instalaciones para las necesidades naturales, que fue tratada más detenidamente por Peter R. Gleichmann en su ensayo “Die Verhäuslichung körperlicher Verrichtungen”(2) (“La domesticación de los quehaceres físicos”).

Déjenme comenzar con una cita de las cartas de la cuñada de Luis XIV, es decir, de la mujer de su hermano y madre del regente, que en Alemania se conocía simplemente como Liselotte del Palatinado. Ella escribió el 16 de mayo de 1705 desde Marly a su tía, la electora Sofía de Hannover, una de estas cartas divertidas y vivas que aún hoy en Alemania se leen con gusto. A continuación de una alusión a la conducta del príncipe de Wolfenbüttel en el lecho conyugal ella comenta sus lecturas

de novelas. Leer toda una novela de un tiro le parecía demasiado pesado. Ella lee un par de páginas

wenn ich met verlöff auf dem

kackstuhl morgens und abends sitze...” (3)

(“cuando con permiso estoy sentada en la silla de retrete por la mañana y por la noche”)

Se ve: ya existe un muy pequeño sentido de pudor. La expresión “mit Verlaub” (con permiso) lo insinúa. Pero la privatización de tales quehaceres aquí en la correspondencia y obviamente también en la práctica, está mucho menos avanzada que por ejemplo en el siglo XIX o XX. En parte esto está relacionado con el desarrollo de las instalaciones técnicas. La “chaise percée” es traída por los sirvientes, y ellos también la llevan y la limpian. Es poco probable que la alta dama haya tenido reparos en hacer sus necesidades mismas en presencia de los sirvientes. A veces uno se pregunta cómo y dónde hacen los sirvientes lo suyo. Mozart relata en un tiempo un poco posterior cómo tenían que ir él y otros al “Häuserl” (casita), es decir, a una instalación quizá ubicada en el patio. Y Peter Gleichman estudia en el mencionado ensayo más detenidamente cómo se realizó en el siglo XIX el desarrollo de la construcción de casas y ciudades donde un espacio separado, un baño, se volvió implemento normal de cada apartamento.(4) Sólo así este espacio se volvió, al lado del lecho conyugal, el espacio más privado de toda vivienda privada.

Quizá se debería superar un cierto engaño que lleva implícito el concepto “espacio”: en muchas sociedades el espacio al interior de la vestimenta forma parte de los espacios más privados de los hombres. En todas las sociedades normalmente “vestidas” hay en general, aunque no siempre, un determinado enclave donde los hombres pueden mostrarse desnudos a otros, sin tener que sentir pena, sin caer en una estigmatización convertida en autocoacción. Pero en muchas sociedades la privatización no sólo de los quehaceres físicos sino del cuerpo mismo llega tan lejos que se siente pena frente a cualquier parte desnuda del cuerpo que no sean las manos o la cabeza, en el caso de las mujeres comúnmente en mucha mayor medida que en el de los varones. Noten ustedes la selectividad de nuestro concepto de desnudez a este respecto. No es muy común hablar de las “manos desnudas” o del “rostro desnudo”. La expresión “desnudo” se refiere a partes del cuerpo que normalmente están vestidas. También esto señala que en sociedades donde la vestimenta es de rigor, el espacio más privado se encuentra dentro de la ropa, y eso en diversas capas. Las prendas más internas, las más cercanas al cuerpo, están afectadas por la privatización del cuerpo. No es decente hacer visible la llamada ropa interior. Estas prendas de vestir también están altamente privatizadas.

Siempre de nuevo uno llega a la conclusión de que el problema tocado mediante el concepto del “espacio privado” se puede dominar solamente si se le entiende como un problema del canon social y luego también de los cambios del canon social en el sentido de una creciente o decreciente privatización, y esto sólo si se distinguen los diversos grados de privatización, es decir, pensándolos en cierta medida como círculos concéntricos. En sociedades como las nuestras, lo que se encuentra dentro de la ropa interior, y también la ropa interior misma, es decir, la que está debajo de la ropa de calle, es –según parece- lo más altamente privatizado. El dormitorio y el baño son privadísimos en buena parte gracias a que allí uno se desviste.

Pero también hay otros grados de privatización, hay otros círculos concéntricos que son más externos; es una privatización que se refiere ante todo a los grados de separación o de apertura del propio hogar en relación con otras personas, es decir, al problema del ritual de las visitas, de la hospitalidad y a problemas similares. Todo lo que he dicho señala que el problema de la civilización difícilmente se deja dominar si no se sigue el problema que se deriva de los distintos modelos y grados de privatización entre varones y mujeres y entre adultos y niños. Pero si me pusiera todavía a rastrear este problema, este paper se volvería demasiado largo.

Notas

(1) Norbert Elias, Über den Prozess der Zivilisation, vol. 1, Frankfurt (stw 158) 1976, págs. 220 ss. [Traducción castellana: El Proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, México, FCE, 1989].  

(2) Peter Reinhart Gleichmann, “Die Verhäuslichung körperlicher Verrichtungen”, en: Peter Gleichmann, Johan Goudsblom y Hermann Korte (eds.), Materialien zu Norbert Elias’ Zivilisations theorie, Francfort (stw 233), 1979, págs. 254 ss.

(3) Carta del 26 de abril de 1704.

(4) Como en todos los casos de impulsos civilizadores, también en éste pueden presentarse movimientos contrarios en cualquier momento. Así se realizó la desprivatización de quehaceres antes ya privados ¾en la guerra de 1914-1918 por ejemplo¾ en forma relativamente rápida, porque en el campo de guerra, al menos para la tropa, frecuentemente sólo se disponía de letrinas colectivas, es decir, la señalada desprivatización ocurrió bajo la presión de unas circunstancias que la hicieron necesaria y con la aprobación de una opinión pública que la hizo posible.

 

 http://historiadelapsicologia.elseminario.com.ar/Textos/Elias_EspacioPrivado.rtf